La resistencia y fortaleza física del lobo y de Belfort son extraordinarias, se estima que la velocidad de acoso de este animal es de 10 a 25 km/h pero pueden subir a 50 o 70 km/h si fuera necesario. Belfort por su lado, desde los ocho años de edad dedicó su vida a los negocios, entregando periódicos en casas, limpiando porches, siendo mago, vendiendo helados y luego distribuyendo carnes y mariscos. Con 22 años, el neoyorkino había creado su primera empresa, daba empleo y poseía lo que en ese momento era para él la cúspide: un auto Porsche. Luego vino la quiebra.“En ese momento cometía todos los errores, no conocía las reglas del negocio, consumía todo, no hacía perfiles de quienes contrataba… en fin. Perdí todo y me declaré en bancarrota. El peor día fue cuando vino el camión a llevarse mi auto. Ese fue mi primer golpe como emprendedor”. Sin embargo, nunca ocultó su meta: “¡yo quería ser millonario!”. Sabe que nació para vender y lo dice con orgullo: “Nací empresario, desde que estaba en el vientre de mi madre”.<br /> <br /> Este hombre, ahora con 31 años más ha tenido altibajos como la economía del mundo. Momentos de recesión y otros de auge. “Quiero este día contarles esto para que obtengan lecciones de cosas que he aprendido”. Advierte del reto al que se enfrentan hoy los empresarios, “cuando venga el momento de alza, porque las economías van en ciclos, debemos encarar la situación como personas de negocios”. Él habla de hacerlo con olfato, habilidad e inteligencia.<br /> <br /> Este motivador a finales de los años 80 trató de convertir el agua en oro al ser corredor de bolsa, para ello indica que debió encontrar a las personas correctas y conquistar a los clientes que ya son compradores. “Toda mi vida lo he estado haciendo bajo esta mecánica”, insiste. Su carrera en la bolsa arrancó en LF Rothschild, pero fue despedido en 1988 debido a dificultades financieras de la empresa a raíz del lunes negro de 1987. La quiebra fue inminente. Sin afán de detenerse arribó a la firma de corretaje Stratton Oakmont, empresa que fundó y que funcionaba como una boiler room que vendía acciones a centavo. El resto es historia, como relata en su libro El Lobo de Wall Street, llevado a la pantalla grande de la mano de<br /> Martin Scorsese. <br /> <br /> <span style="font-weight: bold;">Lecciones</span><br /> La experiencia de Belfort lo avala para dar claves para lasfuerzas comerciales de las empresas. Sus consejos van desde aspectos -aparentemente básicos, pero fundamentales- como el tono de voz que se usa para hablar, como se sonríe y habla al cliente hasta aristas más complicadas. Él entiende al vendedor, al ejecutivo o al CEO como un personaje que debe actuar “como si fuera…” lo que él desee proyectar. Como el actor, el ejecutivo debe creerse su papel para que el resto lo respete, lo siga y le crea. Y, finalmente, le compre.<br /> <br /> Un hombre de negocios, en voz de Belfort, domina su estado emocional -siempre ser positivo, asertivo, confiado y tener claridad-; tener afianzado un sistema de creencia respecto a la riqueza -yo creo mis circunstancias y afecto el mundo alrededor mío-; y, tener una visión propia a cinco años. “Como líder eso nos permite inspirar a la gente. Todos los seres humanos están ávidos de una visión y pocos lo logran”. Añade, “los grandes empresarios saben cómo crear una visión y compartirla con las personas para que actúen de una determinada manera”.<br /> <br /> Finalmente, aconseja establecer estándares para el dinero y éxito. “Nosotros fijamos lo que deberíamos tener vs. lo que creemos que no deberíamos tener”. Jordan Belfort nació para vender, posee un instinto natural para arrancar el sí, para que el cliente cruce la línea. Y lo hace porque se atreve a ser cercano al cliente. “Puedo hablar con cualquier persona y decirle cómo es, si es rica, pobre, si pasa por problemas”. Ese instinto le hizo crear un sistema de ventas llamado La línea recta, donde el vendedor debe combatir las millones de objeciones que un cliente da y a cambio entregarle seguridad. “Para vender no solo hablamos del producto, también lo hacemos de uno mismo y así desarrollamos un ambiente de confianza”.<br /> <br />