Considerando lo anterior, la idea a la que nos acerca Peter Senge con respecto a la proactividad es totalmente distinta. Para Senge, la proactividad se relaciona más con la capacidad de integrar las variables suficientes en un entorno determinado con el propósito de establecer las relaciones entre estas variables, a fin de tomar las mejores decisiones. En otras palabras, la proactividad vincula las nociones fundamentales de pensamiento crítico e inteligencia práctica, tanto en personas como en organizaciones.<br /> <br /> En cuanto a la gestión de paradigmas, generalmente se concentra en aquellos paradigmas internos tanto de la persona como de las organizaciones. Cuando se habla de cambio de paradigmas la concentración se encuentra en cambiar aquellos elementos internos que presentan evidencia fehaciente de falla o error; es decir, existe una priorización en el presente y en lo interno.<br /> <br /> Tomando en préstamo las ideas de Richard Bandler y John Grinder en la gestión del cambio, ellos proponen una visión mucho más relacionada de la gestión de paradigmas al afirmar que el motor evolutivo del ser humano se basa en la capacidad de tomar los factores externos y, mediante una apropiación integral, convertirlos en factores internos. Dicho de otro modo, se trate de incrementar el marco de referencia intrínseco para abarcar un entorno externo cada vez mayor.<br /> <br /> Por otra parte y complementando la idea antes mencionada, dentro de las herramientas del control de calidad, los japoneses destacan una por su enfoque en el futuro: “warusa-kagen”, la cual se especializa en la identificación de problemas futuros para tomar acciones en el presente y evitar su impacto negativo en la organización. Esta noción permite potenciar la efectividad de la persona y de la empresa en el tiempo y evitar afectaciones de carácter sistémico.<br /> <br /> Basados en el análisis de estas palabras, no muy bien entendidas en el ámbito empresarial, podemos afirmar que la proactividad y la gestión de paradigmas deben ser pilares de la formación empresarial, más aún, en entornos complejos como el que presenta el 2016. Cuidado caemos en la tentación de tomar decisiones apresuradas, sin tomar en cuenta las variables correctas y sus relaciones. Solo la formación empresarial especializada y de calidad reduce este riesgo al fortalecer las competencias adecuadas y la visión de futuro de las personas.<br /> <br />