Tras el desbordamiento del río Verde, la semana pasada, los habitantes de la comunidad Vuelta Larga del cantón Rioverde piden a las autoridades que se concluya el muro de contención.<br /> <br /> El agua provocó afectaciones en sus negocios. La comunidad, de unas 320 personas, vive desde hace nueve años del turismo y de la gastronomía. Por la inundación se perdieron mesas, sillas y unos 800 cangrejos de los casi 1.500 con los que se habían abastecido para el feriado de carnaval.<br /> <br /> Tras varios días de realizar limpieza, volvieron a atender a los turistas este último fin de semana. “En algunas casas también se mojaron artefactos, colchones, todos hemos sido afectados. (...) Como hay casas de dos pisos, se hundió el piso de abajo, la gente de las casas altas les dábamos albergue a las personas que estaban sin dónde pasar la noche...”, dijo Bautista.<br /> <br /> El Cabildo emprendió la limpieza así como la evacuación de las aguas lluvias, también de la maleza, y se han realizado campañas de fumigación. Agregó que no se pudieron activar albergues por falta de recursos.<br /> En tanto que en el barrio Las Malvinas, de la playa Las Peñas (cantón Eloy Alfaro), conocida por ser una zona turística, el agua subió unos 60 centímetros, afirmó uno de sus moradores, Édgar Quiñónez, quien pidió a las autoridades que fumiguen la zona tras el descenso de las lluvias y que se ayude a rellenar la calle.<br /> <br /> Otro sitio que padeció por los efectos de las inundaciones fue el barrio Brisa de la parroquia Calderón, en el cantón San Lorenzo, límite con la provincia de Imbabura. Dora Mercado, de 54 años, señaló que el desbordamiento del río Tululbí anegó la cancha de fútbol y varias calles. Además lamentó la pérdida de siete gallinas y sus crías. Su vecina Lourdes Quiñónez, sentada en unas gradas de madera que permiten el ingreso a su vivienda, dijo que no podía dormir porque la zona queda con residuos de agua que produce pestilencia.<br /> <br /> En la entrada del barrio Propicia, en la ciudad de Esmeraldas, dos arcos de una cancha de fútbol sobresalían en una inmensa laguna de agua empozada. Otro de los efectos de las torrenciales lluvias del pasado 24 y 25 de enero.<br /> <br /> Unos metros más abajo, Jazmina Mila, profesora de la Unidad Educativa Cristina Martínez, con pala en mano intentaba retirar algo de la inmensa cantidad de lodo que cubría el patio de la institución.<br /> <br /> Junto con sus compañeros de trabajo y algunos padres de familia intentaba realizar una minga, pero sus buenas intenciones eran superadas por la realidad de la destrucción que causó el río Esmeraldas.<br /> <br /> Dijo que se habían dañado 32 computadoras, los televisores estaban “nadando en agua”, mesas, libros, bancas eran inservibles. El agua, mezclada con lodo, según la maestra, tenía un “olor muy fuerte, apesta”, lo que a su juicio podía causar alguna epidemia.<br /> <br /> En otro punto, en el barrio Isla Luis Vargas Torres, las calles sirven ahora de secadero de ropa, colchones, muebles y otros bienes que resultaron afectados por las lluvias, que provocaron que algunos de los habitantes se desplazaran a albergues.<br /> <br /> <br /> Artículo originalmente publicado por: El Universo