<span style="font-weight: bold; font-size: 8pt;">Por: Javier Dávalos González, Director de Alianzas de AISO, Academia de Innovación para la Sostenibilidad</span><br /> <br /> La existencia de una agenda unificadora para todos los países, apoyada por metas, objetivos claros y medibles es un gran paso para el planeta. Los ODS permiten integrar los mundos de las organizaciones de desarrollo y el sector privado bajo un concepto universal, que utiliza el mismo lenguaje con metas compartidas.<br /> <br /> Entre estos 17 objetivos es de especial relevancia el ODS 4, que busca asegurar una educación inclusiva, equitativa, de calidadd, promoviendo oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos. Una de las metas planteadas para 2030, con el fin de lograr este objetivo, es garantizar que todos adquieran los conocimientos teóricos y prácticos necesarios para promover el desarrollo sostenible, entre otras cosas mediante la educación, la adopción de estilos de vida sostenibles, los derechos humanos, la igualdad entre los géneros, la promoción de una cultura de paz y no violencia, la ciudadanía mundial, la contribución de la cultura al desarrollo sostenible, entre otros medios. Una educación de calidad en nuestros días no se puede concebir si no abarca los desafíos actuales y la importancia de hacer cambios hacia un mejor estilo de vida.Indudablemente, la educación ambiental ha tenido enormes retos. Algunos de ellos se derivan del enfoque adoptado para transmitir el mensaje y otros de la imposibilidad de la humanidad para entender desafíos complejos. Por ejemplo, no se ha reconocido la importancia de encontrar vínculos pedagógicos y metodológicos entre los temas que inciden en los hábitos de consumo y de producción con áreas como la publicidad, el periodismo, las artes, los deportes, los negocios, etc.<br /> <br /> Del mismo modo, hay que reconocer que a la educación ambiental tradicional le ha costado incluir la complejidad en su caja de herramientas, por lo que se ha quedado en apuntar a solucionar los síntomas pero no la enfermedad. Por ejemplo, cuando se busca generar la cultura del reciclaje en el hogar se está abordando el reto del manejo de los residuos, pero se falla en encontrar las hiper soluciones para evitar la generación de los mismos. Si bien es fundamental manejar mejor los desechos y para ello el reciclaje es una herramienta clave, no podemos olvidar la importancia de prevenir su producción desmesurada.<br /> <br /> En este contexto, cabe preguntarse ¿realmente toda la información que circula en los medios o que aprendemos en centros educativos sirve para transformar un hábito de consumo o para inspirar a la innovación y a la acción? La clave puede estar en enseñar menos teoría y pasar a empoderar con más herramientas que inspiren y transformen los hábitos de producción y consumo. La educación para el desarrollo sostenible se debería enfocar a que las personas y las empresas tengan impactos positivos en el ambiente, la sociedad y la economía.<br /> <br /> Así también es fundamental reconocer que la temática del medio ambiente no es solo el agua, el bosque y la biodiversidad, sino también el medio urbano. Enseñar a transformar percepciones de consumo en la toma de decisión, elección de productos y servicios, compra, su uso y disposición final.<br /> <br /> Para ello, es necesario educar con mensajes cercanos a la realidad de las personas. La famosa foto del oso polar muriendo por el deshielo de la Antártida no debe ser el elemento central de la educación para la sostenibilidad, pues nos vuelve observadores lejanos de una realidad completamente ajena. Se debe aprovechar los espacios de sensibilización para inspirar a la acción de las personas y de las empresas que pueden, a través de la innovación, aportar enormemente al desarrollo sostenible.<br /> <br /> Así, las soluciones se orientan cada vez más hacia la creación de mejores productos y servicios. Pero cuando se olvida la complejidad como elemento pedagógico, se abstrae de la solución el hecho de que el consumidor no opta por productos aislados sino sistemas de artículos que interactúan. Los impactos ambientales que generan estos insumos se potencian cuando el consumidor motiva la interacción de estos en el momento en que se consumen. De este modo, la intención de generar impactos ambientales positivos por parte de un producto puede verse diluida y opacada por los impactos negativos que genere el mismo cuando interactúa con otros iguales y patrones de consumo. La solución puede estar en diseñar estrategias de co-creación de productos por medio del entendimiento de los sistemas de consumo.<br /> <br /> En resumen, hay una gran necesidad de enriquecer las herramientas pedagógicas enfocadas a prevenir y no a remediar impactos ambientales. Entender los retos y las oportunidades de innovación que estos generan implica, entre otras cosas, dejar de enseñar teorías y pasar a inspirar actitudes. Cuando se logra hacer un puente entre los retos ambientales y los elementos que nos atañen las emociones y la curiosidad, la probabilidad de lograr proactividad para cuidar el ambiente aumenta. Solo de esta manera empiezan a generarse hábitos de consumo y producción sostenible, que pueden tener un verdadero impacto positivo a largo plazo.<br />