Empezó a intuirse un año antes pero fue en 2008 cuando estalló una de las mayores crisis económicas que se recuerdan: una falta de liquidez y una deuda gigantesca que dejaron tiritando al mundo y cuyas consecuencias todavía se padecen. Al cabo de ocho años, la economía mundial, en especial la occidental, ha entrado en vías de recuperación. Sin embargo, muchas cosas ya no volverán a ser como antes. El crack ha dejado una huella económica y social en todas las generaciones, pero sobre todo en las más jóvenes. Hasta el punto que un grupo de expertos de la consultora McKinsey afirma en un reciente estudio que se ha abierto ‘una brecha generacional en cuanto a prosperidad y que se ha invertido la regla de que los hijos vivan mejor que los padres.<br /> <br /> El informe destaca como causas (algunas anteriores a la propia crisis): la caída de la demanda, el envejecimiento de la población, el aumento del paro o los problemas de los sistemas fiscales. “Entre 2005 y 2014, dos tercios de los hogares de las 25 economías occidentales más ricas han descendido en su nivel de renta”, concluye. Un dato muy explícito que corrobora lo anterior: al 64% de los seniors europeos, los comprendidos entre los 50 y los 75 años, les preocupa la situación profesional y personal de sus hijos y ietos, según una encuesta del Observatorio Cetelem Consumo Europa, del grupo francés BNP Paribas. Una preocupación que es más intensa en países del sur de Europa como España, Italia y Portugal, en los que la OCDE ve una recuperación más lenta. Causas políticas, económicas o tecnológicas aparte, lo cierto es que desde 2008 ya no se gasta tan alegremente como antes; e incluso para el que no sufrió la crisis o para el que ha podido recuperarse, las prioridades son otras. “El primer gran cambio que ha traído esta crisis es que nos hemos vuelto hipersensibles al precio de productos y servicios”, señala el director general de la consultora de consumo y mercados Nielsen, Gustavo Núñez a Forbes. “En toda Europa se aprecia que los consumidores han mantenido el control de sus gastos”, agrega.<br /> <br /> Otra consecuencia profunda es la inseguridad que aún permanece latente. Un cambio significativo respecto a los hábitos de nuestros padres se refiere al modo de pago. Las ventas a plazos para bienes duraderos o viajes siguen estando vigentes pero de forma distinta. <br /> <br /> Ya no se recurre a las famosas ‘letras’ como era tan frecuente hace años, y ello es palpable en las grandes superficies, donde ofrecen hasta financiación sin intereses si los aplazamientos son cortos en el tiempo. Hay miedo a endeudarse mucho. En Nielsen tienen claro que actualmente, sobre todo entre los jóvenes, la tendencia es el e-commerce o comercio electrónico, y también que lo que se está imponiendo es el pago a través del teléfono móvil porque “ahora, además del precio, lo que más se valora es el tiempo”. <br /> <br /> <span style="font-weight: bold;">Volar a bajo coste</span><br /> Low cost es un término que vino de la mano de las compañías aéreas, las primeras en difundirlo entre los consumidores. Viajar low cost es una de las secuelas que ha dejado la crisis. En realidad, el origen de los vuelos de bajo coste hay que situarlo a principios de los años 90 cuando en la Unión Europea se liberalizó el transporte aéreo, que dejó de pertenecer casi en exclusiva a las compañías de bandera. <br /> <br /> Aunque la primera aerolínea de este tipo, Southwest Airlines, empezó a operar en Estados Unidos con bastante éxito en 1973. Con la liberalización, se abrió la libre competencia. Se bajaron los precios de los vuelos a base de reducir costes. Tripulaciones más baratas y menos servicios a los viajeros, que con tal de poder volar han terminando aceptando la falta de comodidades que antes ofrecían las compañías de bandera, sostenidas con dinero público. La crisis ha contribuido a que parezcan inevitables los horarios extraños, la falta de espacio en los aviones, la ausencia de comida y bebida, pagar por cualquier servicio que no sea el mero sitio físico, o que se retrasen o anulen los vuelos porque el uso constante de los aviones produce toda clase de anomalías.<br /> <br /> Pero es que las compañías low cost ofrecen precios ‘congelados’, es decir, que hoy se puede volar “por lo que costaba el mismo trayecto hace 30 ó 25 años descontando la inflación”, explican fuentes del sector aéreo. Así, no es extraño que, según datos del portal Hosteltur, las low cost alcanzaran en 2014 una cuota de mercado del 32% y que las proyecciones para las próximos años sean del 50% en varios países europeos, incluida España.<br /> <br /> Si viajar en avión se ha popularizado para todas las economías, las estancias también lo han hecho. La salida de la crisis ha destapado el viejo deseo de salir de vacaciones. “En Alemania o Gran Bretaña el consumidor ha vuelto a destinar parte de su presupuesto a las vacaciones, lo mismo que en España”, afirma el director de Nielsen, Gustavo Núñez, quien añade: “no así en EE UU, donde la crisis, que allí dieron por superada hace tres años, ha dejado como efecto la práctica eliminación en muchos hogares de la salida vacacional”. Ahora bien, las vacaciones se acortan y se gasta menos por persona. Este año se espera un récord en número de visitantes extranjeros en España, segundo país europeo del ranking turístico. En el primer semestre de 2016 los ingresos turísticos han sido un 8,1% más altos que en 2015, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). Sin embargo, el gasto por turista ha sido un 3,1% más bajo y la duración del viaje un 4,5% menor.<br /> <br /> <p style="margin: 0px; text-align: center;"><span style="font-weight: bold;">Entre 2005 y 2014 dos tercios de los hogares de los 25 países occidentales más ricos han descendido en su nivel de renta.</span></p>