<span style="font-size: 8pt; font-weight: bold;">Por: Alex Konrad</span><br /> <br /> Únete a nosotros en un viaje salvaje con Mark Benioff en el que trata de adaptar su hiperactividad a un nuevo modelo para el crecimiento tecnológico y el activismo corporativo.<br /> <br /> <span style="font-weight: bold;">EL COFUNDADOR DE SALESFORCE</span> se pasa varios meses al año en Hawái, donde posee una magnífi ca casa frente al mar en la Isla Grande y se junta a menudo con el magnate Michael Dell y el músico Neil Young. Así que no es ninguna sorpresa que para el retiro corporativo que organizó el pasado agosto con sus 400 principales ejecutivos, estos fueran convocados a una espectacular sala de reuniones entre arenas blancas y afi lados acantilados volcánicos. <br /> <br /> Lo que sí provocó sorpresa fue la escena que allí se desarrolló: Benioff, con su 1’95 de impresionante presencia, vestido con una camisa hawaina –blanca, con palmeras azules– y una gorra de béisbol, comenzó su discurso en alemán sin que nadie entendiese el motivo (él aún se ríe al recordarlo). Dos meses después, durante la celebración de su conferencia Dreamforce, que atrae a más de 170.000 personas hasta San Francisco, Benioff presentó el producto que afi rma que traerá consigo una década de crecimiento para la empresa. <br /> <br /> Su nombre, Salesforce Einstein, lo que según él explica la broma ‘alemana’. En cuanto a sus ambiciosas predicciones, Benioff se mantiene fi rme: “Si esto no es the next big thing, no sé lo que es”, afi rma el CEO de la cuarta compañía de software más grande del mundo. Einstein, cuyos detalles se explicaron en Dreamforce por primera vez, explica un montón de cosas más. Por ejemplo, por qué se gastó 390 millones de dólares hace un par de años para adquirir como lugarteniente a una joven estrella de 35 años llamada Steve Loughlin, y RelateIQ, su innovadora startup, así como otra media docena de empresas emergentes en el campo de la Inteligencia Artifi cial (IA). También el motivo que ha llevado a Richard Socher, CEO de una de esas adquisiciones (MetaMind), a ponerse al frente del primer laboratorio de investigación de la compañía. Y por qué después de 17 años dirigiendo Salesforce, Benioff está tan entusiasmado como un niño el día de Navidad con sus productos. <br /> <br /> Benioff suele anunciar uno o dos grandes lanzamientos cada año durante la celebración de Dreamforce, pero Einstein es otra cosa. Con Einstein se integrará la IA en la mayoría de los productos ya existentes de Salesforce –y los que vengan, claro–, incluyendo sugerencias predictivas y comprensión en servicios, marketing y ventas, así como en sus nuevos esfuerzos en software colaborativo y de comercio. Y por tanto Benioff le ha dejado claro a sus ejecutivos que Einstein no debe ser vendido como una nueva ‘nube’ sino como un sistema neuronal a través de todo el negocio. “Vamos a coger a nuestros competidores por sorpresa”, asegura.<br /> <br /> Es cierto que Salesforce no es, ni mucho menos, el primer gigante tecnológico en apostar a lo grande por la IA. El CEO de Google, Sundar Pichai, está posicionando la empresa en ese sentido, mientras que Microsoft lleva vinculándola a su estrategia corporativa desde hace veinte años. Pero yo me lo pensaría antes de apostar contra Benioff. Desde 2011 la edición estadounidense de Forbes elabora el ranking de las empresas más innovadoras... y Salesforce siempre ha estado situada entre las dos primeras. Ellos, por ejemplo, fueron pioneros a la hora de tratar el software como servicio, acabando con las descargas y los CD-ROM. Benioff respaldó dicha apuesta con inversiones exitosas en redes sociales, marketing y móviles, estableciendo a su compañía como líder demercado en nueve categorías de producto distintas, y alcanzando los primeros puestos en todas ellas. Sus productos están conectados con miles de apps, alcanzan a varios miles de millones de usuarios en todo el globo y les reportan unos ingresos anuales de 8.000 millones de dólares. Además, su crecimiento continuo y el entusiasmo de Benioff la han convertido en una de las ‘niñas bonitas’ de Wall Street, consiguiendo una valoración de 54.000 millones aunque sus márgenes de beneficio oscilan entre el 0 y el 2%.<br /> <br /> Pese a todo lo anterior, Benioff sabe que Salesforce a menudo ha apuntado más arriba de lo que le correspondía y que continúa valiendo tan solo un tercio que IBM u Oracle (donde empezó su carrera), por no hablar de Google o Microsoft. Su principal activo es la venta de software de ventas –con el 45% del mercado, cuadriplica a su principal competidor, Microsoft– pero hay un límite bastante claro para el crecimiento en ese segmento. Y eso significa que debe seguir innovando, y además debe hacerlo a escala. En los próximos cinco años será muy complicado que las ventas se cuadripliquen, como sí sucedió en los cinco anteriores. Las apuestas son más grandes y audaces: “Estamos cambiando los motores de un 747 en pleno vuelo”, explica gráficamente.<br /> <br /> Para aquellos que se pregunten si puede aterrizar el avión a salvo, tan solo tienen que echarle un vistazo al skyline de San Francisco y observar los nuevos cuarteles generales de la empresa, que con sus más de 300 metros están llamados a convertirse en el edificio más alto al oeste del Mississippi (de momento se ha construido un poco más de la mitad). Solo en los últimos seis meses Salesforce ha pujado agresivamente por LinkedIn (Microsoft se acabó llevando el gato al agua) y ha adquirido Demadware y Quip por un total de 3.400 millones de dólares. Y ya de paso, Benioff recaudó millones para Hillary Clinton, colocó a su empresa al frente de las reivindicaciones de los colectivos LGBT, invirtió en 130 startups y, junto a su mujer Lynne, donó centenares de millones a causas tan diversas como la salud infantil, la gente sin hogar y la educación. <br /> <br /> Benioff, con una fortuna estimada de 4.000 millones, asegura que a eso le llama “tener una vida integrada”. Su amigo Muhtar Kent, CEO de Coca-Cola, opina que es un “insatisfecho positivo”. Un psicólogo podría decir que es un maníaco. Sea como sea, pasar unas semanas con él resulta extenuante y agotador, pero también tremendamente instructivo. Para los jóvenes empresarios de hoy, esa hiperactividad se ha convertido en un rasgo de orgullo. Benioff, a sus 51 años y con una carrera remarcable a sus espaldas, está llamado a ser quien demuestre si ese estilo frenético puede servir para crear y consolidar un gigante tecnológico.<br /> <br /> <span style="font-weight: bold;">ES UN CLICHÉ CENTRARSE </span>en el apetito de alguien con el tamaño y las maneras de un exjugador de la NFL, pero es imposible dejar constancia de que su forma de alimentarse está a la altura del personaje. Es muy particular en sus gustos y devora la comida. Si le entra por el ojo el plato de pescado del día del restaurante (atún crudo marinado, en este caso), pide directamente doble ración; si pide hamburguesa, que sea sin patatas pero con triple de cebolla y un chorro de mostaza colosal. Todo ello sucede en su refugio favorito de Nueva York, el Mandarin Hotel, con unas maravillosas vistas de la ciudad y el lugar escogido para agasajarnos a Guy Oseary –mánager de Madonna o U2– y a mí con historias como la de su adquisición de Demandware esa misma mañana por 2.800 millones de dólares.<br /> <br /> También devora la charla, acaparándola y preguntándonos por nuestra opinión sobre algunas startups o qué nuevas tecnologías debería tener en cuenta. Es típico de Benioff, a quien le encanta relacionarse con jóvenes ambiciosos –como el cofundador de Airbnb, Brian Chesky– para poder encontrar (y financiar) a través de Twitter empresas como Next Thing Co., quienes construyen un ordenador de nueve dólares (no, no es un fallo). <br /> <br /> Él llama a esta actitud “la mente del principiante”, algo para lo que se inspiró en los principios del zen (por supuesto, también es multitarea en el aspecto religioso, ya que practica el budismo sin haber dejado por ello de acudir a la sinagoga). Su insaciable curiosidad surge a mediados de los 70, cuando veía a su padre gestionar el inventario de los grandes almacenes que poseía su familia en San Francisco. A los 17 años desarrolló y vendió sus propios videojuegos de Atari, los cuales prometían la exploración de mundos desconocidos y le permitieron pagarse las tasas de entrada en la USC (University of South California).<br /> <br /> “Puede llegar a ser un poco infantil en sus ansias de probar cosas nuevas, pero eso es algo que la mayoría de los CEO han perdido”, nos comenta al respecto otro de sus alumnos aventajados, el fundador de Yelp, Jeremy Stoppelman. Él mismo ha estado al otro lado de ese tipo de relación. Cuando se unió a Oracle tras licenciarse, Larry Ellison se convirtió en su mentor y le nombró vicepresidente en un tiempo récord (el más joven de la historia), convirtiéndose en el puente entre el departamento de ventas y los ingenieros. “Es un vendedor nato, pero aún es mejor como director”, afirma Ellison. “Su visión era extraordinaria, mientras que dejaba los detalles a los demás”. <br /> <br /> Ese pensamiento a lo grande impresionó profundamente a Parker Harris en 1999, quien por entonces trabajaba junto a dos amigos en una pequeña startup. El por entonces vicepresidente de Oracle le invitó a una reunión porque había visto como su amigo Evan Goldberg, otro de los jóvenes talentos de la compañía, había conseguido millones en financiación de Ellison para construir el primer paso de la visión que tenía el magnate de lo que sería el ‘software bajo demanda’ o, como lo conocemos ahora, ‘la nube’.<br /> <br /> Pero mientras que Goldberg se centraba en el software financiero, Benioff andaba tras el de ventas. Así que, con un par de millones de Ellison para empezar, Harris y Benioff fundaron Salesforce. Competían con el predecesor de Benioff en Oracle, Thomas Siebel, quien en 1990 dejó la compañía para crear un pequeño imperio en el sector del software de ventas. Su estrategia para conseguirlo fue sacar una herramienta para realizar el seguimiento de los pedidos y gestionar la información relativa a los clientes en directo y online, sin necesidad de un producto físico. No era una apuesta segura, ni mucho menos; durante un tiempo Siebel siguió siendo el dominador del mercado e incluso Benioff trasteó con una idea para crear una plataforma de negocios que finalmente se desechó como consecuencia de la crisis de las‘puntocom’. De hecho, y con los inversores asustados, hubo un momento en el que parecía que Salesforce cerraría. Pero siguió adelante y logró construir una comunidad alrededor de sus primeros clientes gracias a Dreamforce, la conferencia que inauguró en 2003 con tan solo 1.300 asistentes. “Era capaz de hacer malabares a 15.000 metros de altura”, rememora con admiración Harris.<br /> <br /> <img src="http://www.ekosnegocios.com/negocios/especiales/images/278/a.jpg" /><br /> <br /> Para cuando la compañía salió al mercado en 2004, Benioff había desarrollado una obsesión por el branding que aún continúa hoy en día (el primer eslogan de la compañía, ‘No Software’, apuntaba directamente a las diferencias entre su producto y el de la competencia, aunque no era totalmente cierto). Desde el Mandarin señala a un rascacielos sobre Bryant Park que en breve lucirá un gran logo azul de Salesforce, uniéndose a otras torres en Indianapolis y Londres que ya lo ostentan. Admite que en Japón se equivocó al no cerrar ese detalle, pero afi rma que “el acuerdo al que hemos llegado en Nueva York es magnífi co. Va a ser un gran logo, una maravilla”. <br /> <br /> <img src="http://www.ekosnegocios.com/negocios/especiales/images/278/f.jpg" /><br /> <br /> Otra de las reglas que dice haber aprendido rápidamente en Salesforce: todo gira alrededor del cliente. Eso incluye grandes fi estas y eventos grandilocuentes (este año, un concierto de U2). Y por supuesto cenas que aprovecha para conocer mejor a su propia compañía al verla a través de los ojos de sus clientes. “¿Qué se dice de nosotros ahí fuera?”, pregunta a todo el mundo. Y si escucha que alguienofrece una funcionalidad nueva –especialmente si es alguna pequeña startup– le pasa rápidamente el nombre a John Somorjai, su responsable de Fusiones y Adquisiciones. “Todo esto no es tiempo perdido, es el verdadero juego”, me dice Benioff con suavidad mientras apunta otro nombre a la lista. <br /> <br /> Su constante búsqueda de información se extiende a su propio cuerpo. Va a todas partes con su pulsera FitBit, la cual está emparejada con su bicicleta estática Peloton. Michael Dell nos contó una historia al respecto: durante una competición de FitBit entre celebridades, Dell sospecha que su amigo le ató la pulsera a su perro y se puso a jugar con él (“lanzándole un hueso o algo parecido”).<br /> <br /> Además de un poco tramposo también puede ser agotador para los demás. Tras un chequeo en el que le encontraron una bacteria extraña en su estómago, comenzó a inundar a su amigo David Agus, investigador especializado en cáncer y el hombre que trató a Steve Jobs en sus últimas etapas, con decenas de mensajes y preguntas. “Me levantaba por la mañana muy temprano y ahí tenía siete u ocho mensajes nuevos”, recuerda Agus.<br /> <br /> <span style="font-weight: bold;">CADA VERANO BENIOFF VISITA</span> una de las delegaciones internacionales de Salesforce para conocer en profundidad sus particularidades antes de retirarse a Hawái durante julio y agosto para recargar las pilas. Este año toca Japón, y ha fi jado su residencia en el ático del Grand Hyatt, piscina privada incluida. Ese es el motivo por el que me encuentro en una habitación oscura del distrito tokiota de Roppongi Hills escuchando una teatral versión en karaoke de la ya de por si teatral canción del grupo Styx Mr. Roboto. Disgustado por el resultado, Benioff se anima a interpretarla por segunda vez. <br /> <br /> Para él estos viajes multitarea combinan su “mente del principiante” con esa “vida integrada”. En tan solo 36 horas que he pasado junto a él en Japón ya he podido vivir desde una pomposa recepción para sus principales clientes –Canon, Fujitsu, Japan Post– hasta una cata privada en el local de karaoke del vino que elabora la estrella japonesa de rock Yoshiki.<br /> <br /> Hace dos años contrató a Shinichi Koide, con amplia experiencia en HP, SoftBank e IBM, para darle un impulso al negocio. El problema es que quiere que Koide opere de manera más independiente y que a su vez permita que sus ejecutivos también lo hagan. <br /> <br /> “Es necesario. Yo solo puede estar aquí para aconsejar, si no esto no funcionará”, me confiesa mientras nos dirigimos a sus oficinas junto al Palacio Imperial. “Necesita saber que puede ir aún más rápido que nosotros”. En estos momentos Salesforce es la cuarta compañía del mercado en Japón, con unos 400 millones de dólares de ingresos. El objetivo es cuadriplicar esos resultados para poder adelantar a Oracle, SAP y Microsoft, y Benioff quiere escuchar un plan para conseguirlo antes de abandonar el país.<br /> <br /> Un objetivo ambicioso que se suma a una larga lista. El más ambicioso de todos a principio de año era completar la adquisición de LinkedIn, pero Microsoft ganó esa carrera tras pagar 26.200 millones (existen documentos que demuestran que Benioff habría pagado aún más). Pero sus clientes no comparten su decepción, e incluso el jefe de marketing de Canon en Japón le comenta que ha sido lo mejor que le podía pasar. Pero él pensaba a lo grande y afirma que sus planes para LinkedIn eran mucho más audaces de los que Microsoft llevará a cabo. “Puede que la gente esté aliviada, y puede que yo esté loco”, me dice mientras mira en su iPhone vídeos aleatorios de clientes en los que comentan su experiencia de usuario con Salesforce. “Lo que pasa es cuando algo se me mete en la cabeza, me resulta muy complicado dejarlo ir”.<br /> <br /> Para compensar, cerró acuerdos por Demandware y Quip. La primera ayuda a los minoristas a gestionar el e-commerce; la segunda se centra en software para desarrollar la colaboración en documentos online. Es mucho que procesar, y eso teniendo en cuenta que Salesforce aún no ha digerido del todo su adquisición por 2.500 millones de ExactTarget (marketing digital, sobre todo vía email). <br /> <br /> O que hace poco más de un año que se anunció una nueva plataforma, Lightning, destinada a cambiar por completo la experiencia de usuario, pero que aún no ha completado su migración de clientes. Salesforce sigue siendo líder destacado en el software para gestión de clientes, pero su rival (y amigo) Satya Nadella de Microsoft va a pelear duro con un nuevo paquete de programas para empresas y las bases de datos de LinkedIn. “Lo cierto es que puede ponérselo difícil a Salesforce”, apunta el analista Kate Leggett.<br /> <br /> En sus primeros años en Oracle, Benioff destacaba por su capacidad para delegar y confiar. Ahora, desde Hawái, su nueva palabra favorita parece ser ohana (familia). La suya ahora se compone de miles de personas, y junto a Harris, el jefe de producto Alex Dayon y el jefe de ventas Keith Block, al fin ha conseguido crear un estilo de liderazgo que le permite centrarse en lo más urgente para la empresa en cada momento. Pero no nos engañemos, ahora mismo su ohana aún tiene fallos. El puesto de director de marketing para la nube ha pasado por varias manos y, cuando menos se lo esperaba, el responsable de Einstein, el chico maravilla Loughlin, le abandonó para incorporarse a un nuevo proyecto aún sin nombre. Una noticia difícil de asimilar pero que solucionó gracias a su acumulación de talento y startups colocando a Socher en su lugar.<br /> <br /> <span style="font-weight: bold;">LA VENTAJA Y DESVENTAJA</span> de ser fundador y CEO es que te permite arriesgar a lo grande, al fin y al cabo te estás jugando algo que has creado tu mismo. Combinado con la mentalidad liberal de Benioff, eso ha provocado que la compañía se haya involucrado en los últimos tiempos en un buen número de causas que no están relacionadas con su área de negocio. “Creo firmemente que el objetivo último de cualquier negocio debe ser mejorar el mundo”, afirma al respecto. Hace dos años, por ejemplo, se enfrentó abiertamente al flamante vicepresidente de EE UU y por entonces gobernador de Indiana, Mike Pence, amenazando con llevarse gran parte de las operaciones de Salesforce en ese estado si los Republicanos no retiraban su apoyo a una ley de ‘libertad religiosa’ que abría la puerta a la discriminación del colectivo LGTB. Y, no contento con eso, también ha liderado esfuerzos similares en Georgia y Carolina del Norte. <br /> <br /> En el aspecto corporativo, ha priorizado el pago equitativo después de que dos ejecutivas senior cuestionaran si Salesforce, como hacen la mayoría de las compañías, remuneraba mejor a los hombres que a las mujeres por el desempeño del mismo trabajo. El propio Benioff no se lo creía, ya que suponía algo en contra de sus ideales, pero cuando los datos le demostraron que las ejecutivas tenían razón, no dudó en añadir inmediatamente tres millones de dólares a su gasto anual en salarios para igualar las cosas. Y por supuesto, durante la campaña presidencial no se cortó un pelo a la hora de apoyar a Clinton y retuitear todos los ataques posibles contra Trump. <br /> <br /> Al hablar de filantropía, su enfoque es similar. Junto a su mujer ha donado millones de dólares para solucionar la burbuja inmobiliaria en Silicon Valley, y no contento con ello también ha comenzado a recaudar dinero entre sus amigos (“Somos mendigos tecnológicos”, afirma). Busca que todos los magnates del sector apadrinen una escuela y él personalmente ha donado 250 millones de dólares para dos hospitales infantiles en la zona de San Francisco que ahora llevan su nombre. Eso sí, no se imagina adentrándose en la política. “No se me ocurriría un político más incompetente que yo”, asegura. Además, ¿por qué debería renunciar a ejercer su actual influencia? Por ejemplo, para expandir su plan 1-1-1, un compromiso para donar un 1% del tiempo de sus empleados, su tecnología y sus recursos a causas benéficas, que ya ha conseguido que se adopte en Atlassian, Twilio o Yelp. “Me ha dado una lista de unicornios, y los estoy persiguiendo uno a uno”, me asegura la jefa de su departamento de Filantropía, Suzanne DiBianca.<br /> <br /> Pero lo que de verdad necesita Benioff es tiempo para desarrollar aún más actividades. Un día me envió un mensaje directo a través de Twitter, su canal favorito para contactar con el talento: “¿Deberías estar dormido?”. Cuando le contesté que estaba trabajando en un artículo sobre la locura desatada por Pokemon Go, me envió rápidamente una captura de su usuario en el juego, llamado Salesforce One. <br /> <br /> Ese fue el intercambio que abrió las compuertas y provocó una inundación de mensajes. “Ten cuidado con el Twitter nocturno”, me avisó. Durante las siguientes semanas me envió fotografías nocturnas junto a Obama o Stevie Wonder, por ejemplo. Y también se ofreció a revisar el artículo y comentarlo entre nosotros (eso no coló). <br /> <br /> “No creo que duerma jamás”, me dijo el CEO de Unilever, Paul Polman. Y es que el descanso parece ser una víctima de su “vida integrada”, como el propio Benioff parece tener asumido. En un momento dado, me mandó una portada de Forbes de hace cinco años en la que aparecía bien afeitado y casi angelical. “No te olvides de poner cómo he envejecido”. Y creo que solo bromeaba a medias.