En uno de los experimentos de BoyounChae y RuiZhu, más de 100 estudiantes universitarios fueron expuestos a dos ambientes opuestos: una oficina ordenada y un área de trabajo llena de papeles, archivos y tazas esparcidos sobre los estantes y el escritorio. Luego, en una habitación separada, se les pidió llevar a cabo algo que se describió como una tarea “desafiante”, que en realidad no tenía solución y consistía en trazar una figura geométrica sin volver a trazar cualquier línea o levantar el lápiz del papel.<br /> <br /> Los que estuvieron expuestos al ambiente ordenado persistieron en la tarea por un promedio de 1.117 segundos antes de darse por vencidos, 1,5 veces más que los que estuvieron expuestos al espacio desordenado (669 segundos). Otros experimentos produjeron resultados similares.<br /> <br /> La persistencia en una tarea frustrante es una medida clásica de la autorregulación, que es la capacidad para encaminarse a hacer algo que uno sabe que debe hacer. Lo que sucedió es que el desorden representaba una amenaza, pues afectaba el control personal de los participantes. Hacer frente a esa amenaza del entorno físico causó un agotamiento de sus recursos mentales, que a su vez condujo a una falla de la autorregulación.<br /> <span style="font-weight: bold;"> <br /> Los investigadores concluyeron que un ambiente desorganizado puede ser un verdadero obstáculo al momento de intentar hacer algo y ser más productivo.</span><br /> <br /> “Y aunque no tenemos datos que apoyen esta tesis, nuestra conjetura es que el desorden creado por nosotros mismos puede ser más perjudicial que el desorden impuesto por otra persona. Un desorden creado por uno mismo puede llegar a ser abrumador, ya que sirve como prueba de que usted es incapaz de controlar su entorno”, anotan los investigadores de HBR.<br /> <br /> Fuente: Gestión.pe<br />